Monday, August 10, 2009

Me llevo tus besos,
mezclados con la mañana del domingo.
Un regalo que no me resigno a que sea el último.
Un tren que se escapa y se hunde en el horizonte
de ciudad mustia y marchita.

Me llevo tus besos
adonde no los encuentres,
entre las hojas de mi cuaderno
y la tristeza de haber perdido tus manos
acaso para siempre.

Te dejo mis lágrimas,
que son todas tuyas,
y el rostro de una mujer anónima en una diapositiva.

Ya vendrán las madreselvas
a inundar las veredas
con perfume de nuncas.
Y habrá un solo silencio
de tu ausencia material en el cuarto.

Sin rincones donde te encuentre el olvido,
perseguiré en vano tu fantasma
por las calles de San Telmo en invierno,
por tu terraza,
por Rivadavia donde se juntaron los cuerpos
debajo de tu saco negro.

Respirando este recuerdo triste,
tan triste que sangra,
me llevo tus besos
y te dejo mis lágrimas.
Voy a guardar las tuyas,
hasta que me vaya.


Y quisiera llevarme hasta los besos que aún no diste.