Respirar la cifra del viento hasta que veas las luces bien despacio por la calle. Inundar de amaneceres el cuarto con una sonrisa de adoquines que bailan. Aprender sobre todas las cosas que el mayor delito es escribir esto en vez de abrazarte.
Ya no importa escribir el mejor poema. Con solamente escucharte respirar. La noche no quiere abandonar su vuelo errático de pájaros cansados que desangran los postigos y las veredas. Mujer mía hay una cosa entre tus dedos de luz parecida a las caracolas de sueño que asolan la ciudad descalza cuando aprieta el invierno.