Thursday, April 30, 2009

La carta


Varias veces pensé en escribirte una carta.
Si no lo hice antes, no sé por qué. Sucedió acaso, que tenía que escribirla ahora.
Recién cuando venía para esta plaza - que es la San Martín, indudablemente - venía pensando en qué te iba a escribir.
Afortunadamente, lo olvidé todo.
Entonces te voy a poder decir las cosas bien desordenadas.
Tal vez pensás que escribirte una carta sea algo cursi ¿te estás riendo mientras leés esto?
Puede ser, sin embargo te la escribo.

Sé que el tiempo que hemos estados juntos te parece poco. Y lo es, comparado con otros tiempos, claro.
Pero no tenemos que compararlo, porque este año en sí mismo, así de corto, tiene tantas cosas adentro.
Tantos besos, tantos enojos, lágrimas y esas cosas que se ven en cualquier novela barata.
Pero es nuestro. Por eso deja de ser novela y ser barata.
Porque vos y yo, que somos dos, y bien distintos (¡Si lo sabremos ya!) construimos juntos esta cosa chiquita que recién empieza, y que hay que cuidar como un castillo hecho de naipes.
Este espacio donde vos y yo nos conectamos. De una manera distinta.
Yo sé lo que te pasa y vos sabés lo que me pasa a mí.
Y no necesitamos decirnos nada.
Ahora que no estás, y que ese espacio esta ahí, una mitad en cada uno, como no lo puedo armar, escribo esto.

Porque yo te miro esos ojazos negros tan hermosos que tenés, y vos me besás y me abrazás con la mirada.
Tu mirada me envuelve. Y yo te siento ahí conmigo.
Mi compañera.

Y esto es todo por esta, mi primera carta, que te escribí en la plaza San Martín, la madrugada del martes 29 de Abril de 2009, tiritando bajo el rocío.
Pero con el corazón lleno de vos.

Tuyo,
Ernesto

Entonces hizo un bollo el papel y lo arrojó por el inodoro. Lucrecia se había marchado esa mañana. La carta estaba tirada en la maceta de las siemprevivas.
Apenas lloró.

Y eso fue todo.