Cuando de luna llena
y desencanto
llenes las copas y las botellas
y no te dijeron
en un susurro
que no importan
las palabras rancias
que olvidaste en un señalador roto.
Cuando la sonrisa se vuelva una mueca inútil
entre la maraña triste de los subterráneos
reventando gente por los vagones.
Cuando al cerrar los ojos
veas pasar las hojas de un otoño
que se hizo ceniza entre tus dedos.
Del abrazo que no regresaste,
mientras la tarde no era gris ni verde
ni escarlata marchita,
han de levantarse las magnolias
hasta finalmente ahogarte
en un abrazo perfumado
de nuncas
y mañanas.