Las horas ya no importan.
Las palabras son otra cosa
de estaño y viento.
Alguna esquina
un susurro diciendo
que no existe el alba.
Es necesario
cerrar los agujas oscuras
de los ojos al reloj.
Y cuántas lágrimas
entrarán en una botella
me pregunto entre copas
que se vacían sin descanso.
Afuera está la muerte,
esperando.
Esperando.