Ahí está ese vórtice de vacío frente a mí.
Después de tu sonrisa,
el epitafio de las noches.
Qué importa saberte tan lejos
si mis palabras ya no valen nada.
Detrás de tus ojos yo creí que estaban
la cifra, el secreto y la calma.
Y me dejaron con un vaso de vodka
recorriendo madrugadas sin sentido.
Has de llevarte en tus manos mi recuerdo ensagrentado
aunque no lo veas, y será esa misma ceniza de mis gritos
la que al fondo de los días te condene.