Y yo se que te estoy matando sin muerte aqui y ahora, con estas palabras que ya no sirven. Ah pero entonces, cuando existias entre jazmines de un Abril furioso y ensangrentado de recuerdos.
Cuando te esperaba en los bares del centro, interminables horas, viendo mis cigarrillos uno detras de otro ir a parar al cenicero.
La ansiedad perpetua, y mientras tanto. Tu indiferencia sutil de los relojes y los horarios. Tu protesta torpe a mis reproches que ahora veo tan inecesarios.
Poder decir por una vez que no importaba, tanto delirio y tanto no verme en tus ojos negros que miraban lejos, al otro lado. A la vuelta metafisica de la esquina de las cosas. Pero que interesa ahora me preguntas mientas me clavas la mirada y otra vez prendes un pucho, y la cerveza caliente y la estacion de trenes y tu cuerpo otra vez entre mis sabanas son la misma cosa.
Otra vez me repito que no sirve. Que no sirvieron interminables noches de tus lagrimas tibias en mis hombros. Que no puedo sacarme este gusto a ceniza y aguacero de los bolsillos. Y que la unica certeza que tenia te la regale envuelta en papel de diario.
Ernesto va por la sombra de los arboles, el viento le arremolina el pelo casi sin querer. Y hay un minuto de silencio entre las ramas que se agitan dulcemente a su paso. Una coleccion por demas absurda de memorias y tardes de anden agolpandose en lentas figuras mientras amaina el ocaso.
Ahi esta la luna nueva, alla en el cielo. Y la certeza de que los vivos y los muertos andan por el mismo lugar diciendose las mismas cosas, una y otra vez.
Afuera la maniana y ya no hay nadie que me espere en el cuarto. La llovizna es siempre gris, me dijeron cuando aun no eras nadie. Todo tenia sentido entonces, como escuchar tu tos de madrugada y despertame divertido al observar como habias - otra vez - babeado la almohada.
Y los dias se sucedian iguales, con esa pulcritud de rutina, de amanecer y de ocaso. Y ahora te veo como otras tantas veces gemir y retorcerte en los estertores del orgasmo. Y me doy cuenta que no sos, que no soy, y acaso fuimos triste simulacro de amor que se derretio en nuestros dedos antes que regrese el otonio.
Entonces viene de pronto esa rafaga oscura. Y Ernesto siente que le pesa la cabeza, la madrugada y el hastio. Y que daria lo que fuera por otro lugar, otro tiempo y un momento nomas de poder caminar por el puerto como si fuera otra vez invierno y hay que subirse el cuello del saco y ajustar la bufanda porque el viento ahi esta insoportable. Pero sin mirarte te descubro como un fantasma de mis noches, recostada en la baranda mirando la luz distante del faro. Y el amanecer es inminente.
Ernesto cree que las sombras desaparecen siempre con el alba.
Pero ella sigue ahi, mientras se da vuelta y lo mira como recelando o esperando una palabra suya. Simplemente media el silencio, y el peso del sereno que se va levantando de a poco de los verdes pastos. Si yo pudiera sabes, decirte esas cosas que creia entonces. Vos podrias comprender. Aunque no se si es necesario tanto patetismo de las tres de la tarde en este amanecer tan ancho y silencioso mientras Ernesto la ve que arroja dulcemente una colilla que desaparece bajo su pie.
Casi siento la melancolia agarrandome por detras de las orejas y Eduardo mira el reloj. Y ella sigue ahi, pero ya no puede decirle nada. Para que? Los muelles vacios dictan estas palabras, me doy cuenta. Y cuanto estaria olvidandome de todo esto como un mal suenio entre tus besos. Alguna vez, ella le hablo del tapon de una pileta y de volverse a tirar, te acordas? Te acordas como lloramos en mi cama y los besos eran una mezcla confusa de lagrimas y saliva. No te vayas todavia, no te das cuenta que esta por salir el sol ahi detras de las islas. Decime que te importa Ernesto todo esto que no viste, decime que en la otra ya no existe y no existio nunca en tu pensamiento. Que puedo atravesar el muelle y encontrarme otra vez tu abrazo. Pero y si es tarde ya? Si cuando supe que mi amigo habia muerto ese mediodia horrible solamente quiso ir y abrazarla. Como entonces, como tantas otras muertes juntos. Juntos. Esa palabra. Ese monstruo de dos cabezas que Eduardo queria revivir en el amanecer hastiado ya del puerto. Yo se que podemos, dame la mano, vayamos a un cafe a reirnos y te muestro mi ultimo poema. Te prometo que no habla de sapos. Te prometo que a la vuelta de la esquina tengo un ramo de jazmines escondido debajo de un libro. No te vayas. Me tengo que ir Ernesto. Dejame sola. Dejame con mis miedos y mis ganas de salir corriendo. Ya no te necesito. Nunca te necesite, solamente vos me necesitabas para un fin que no alcance a entender.
Los pescadores van subiendo a sus fragiles botes. Otro plazo de sentir tu cuerpo. Eso es todo, no te olvides la sonrisa, la vas a necesitar para mas tarde.
Sin embargo ignore, ignoramos tantas cosas, que la huella perdida de los pasos fue un silencio quebrado por la niebla en lentas rafagas que se iban apagando con el ultimo cigarrillo ejecutado, condenado y enterrado en mi cenicero de metal.
Ahi estaba otra vez frente a mis recuerdos. Mirandolos de lejos mientras Ernesto se inclinaba en su sillon y la ventana y llorarla otra vez eran la misma cosa de suenio y domingo y darse cuenta. Yo se que ya estoy muerto sin muerte alla y entonces. Pero soy otro Ernesto volve a casa. Te espero en el zaguan con el mate y la sonrisa que tanto te gustan. Como los jazmines, en Abril y otra vez tus ojos negros, y los besos breves. Y tanta cosa tonta de folletin para leer en la playa.
Yo se que te estoy matando sin muerte aqui y ahora. Y todas las cosas que nos dijimos pertenecen a esa orbita de lo olvidado. Y a Ernesto le duele traerte otra vez de este lado, donde puedo decirte que fue todo mentira y no hace falta empezar de nuevo algo que no termino nunca. Estas seguro que no es tarde? Estoy seguro.
Y mientras tanto Ernesto la ve, alejarse de los muelles sin siquiera darse vuelta.