No sé si es la angustia, el post-todo, el bajón, la locura, el faso que me fumo mientras escribo esto.
O darse cuenta. Darse cuenta que al final... la gata me pierde la mitad del picador y que daría un montón de cosas por abrazarte un poquito esta noche tan ancha.
Recién pensaba en que sos como la merca, porque cuando está la bolsa llena, vas para adelante, para arriba... y después, se acabó. Es domingo y son las cinco de la tarde y no dormís desde el viernes pero no importaba. Y me duele tu ausencia así. Y ni con la bolsa más grande del mundo alcanzaría para remontarla.
Me anda faltando plata,
chicha y coraje
y un empujón del diablo
pa' enamorarte. (*)
Me olvido que mañana te veo, ¿pero ahora? Te llamaría por teléfono para decirte, o no, escucharte. Escucharte nomás esa vocecita que me hace mierda.
Es buenísimo lo de la grabación. Y no desafinás tanto, pasa que te perdés con la guitarra y se va todo al carajo. Es práctica nomás. Como tus orgasmos, porque vos creés que fue la pepa y no. No fue la pepa, fue la práctica nomás. Y llegarte. En ese momento llegué a algún lugar. Hay que llegar, ¿te das cuenta? Siempre.
A lo que voy, llegué, pero al otro día ya habías levantado otra pared. Ahí cagamos, yo me voy en el taxi escuchando música, no pienso en eso, le pongo onda, pero luego se me cae el domingo encima y se me da por pensar estas pelotudeces.
Bailaremos la zamba
los dos solitos
para trampearte el alma
con mi gualicho. (**)
Mirá la hora que es, pero hoy no sale el tren. O sí sale, pero no conmigo. Apenas si vi el sol cuando fui a comprar cosas para cocinar y papeles. Muchos papeles. Papeles para el culo, para la cocina. Pensaba en eso mientras volvía por Rincón y casi me pisa un auto por mirar una mujer en una pizzería.
¿Qué se puede decir de las cinco de la tarde sin pensar en el poema de Federico García?
El lunes es muy pesado. Hay que dejar atrás el fin de semana, ves, otra vez hay que llegar a algún lado. Y no sé si quiero seguir llegándo, o yéndome. Porque para llegar hay que irse. Yo me quiero quedar. Me quiero quedar en la terraza con la ciudad interminable, ahí con la línea divisoria del cielo, con la gata subiendo las escaleras y que estés cerca.
Cuando quieras, ahí estoy. Alcanzáme un mate y un porro que tire. Y si viene un beso tampoco me quejo.
Tu pañuelito blanco
busca consuelo,
mi corazón lo sigue
de vuelo en vuelo. (***)
(*)(**)(***) Cuchi Leguizamón, "Zamba del carnaval"