Hasta las baldosas
se abrieron como flores vivas.
Delirio de semanas impuestas
como una tibia cárcel
que hiela los huesos.
A propósito de la selva
de rieles olvidados
bajo la lluvia
escribir en un árbol
la palabra tiempo
con mayúsculas.
Y resignarse a cuatro paredes
blancas
en donde poder alcanzar
la brisa con un párpado
que no sangra
y sin embargo
abrir la puerta sin pensar en nada
y la mirilla nos traiciona
con su vista cóncava del mundo.
Enloquecer de risa
en la tiniebla
hasta volver
a empezar
la furia
de los relojes
y los trenes.